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Los coches diésel, demonizados hoy por gran parte de la clase política, vivieron un momento de expansión en el que el mundo empezó a conocer sus virtudes. Sucedió hace 60 años y la marca que logró cambiar su imagen fue Peugeot, que más tarde gozaría de una evidente supremacía por el rendimiento de sus motores de gasoil. Eso sí, este protagonismo acabaría recayendo en el Grupo Volkswagen en los años 90 cuando llegaron los sistemas de inyección directa. Pero el protagonista del que queremos hablarte es un Peugeot. Y no uno cualquiera, sino un prototipo: el Peugeot 404 Diésel Récord.
En 1965 el diésel parecía una buena solución para grandes vehículos profesionales, pero hacía que los coches fueran demasiado lentos y ruidosos. También bastante contaminantes, aunque este último aspecto en aquella época a casi nadie le importaba. La marca del león, sin embargo, se empeñó en cambiar esta percepción del público; querían probar hasta dónde podía llegar un coche diésel en rendimiento, pero sobre todo pretendían demostrar que ellos estaban un paso por delante de los demás fabricantes en la tecnología de estos motores.
Cabina diminuta
Así, cogieron un Peugeot 404 Cabriolet y encargaron al carrocero parisino La Garenne que lo modificara de forma intensa. Este eliminó el asiento del pasajero, cuyo espacio quedó cubierto por un de carrocería, y para el conductor preparó una pequeña cabina que más bien recordaba a la carlinga de una avioneta.
Por supuesto, se aprovechó para eliminar todo adorno interno o incluso externo que no fuera necesario, a fin de aligerar el coche. En medio de tanta supresión, solo solo se incorporó un receptor de radio, de forma que el piloto pudiera estar en o permanente con el personal de boxes. Y teniendo en cuenta que el coche debía estar equipado con un juego de herramientas y diversas piezas de repuesto para cumplir con la normativa de la Federación Internacional del Automóvil, el peso final se quedó en 1.135 kg.
Cazando récords
El 4 de junio de 1965, justo hace 60 años, el prototipo fue llevado al autódromo de Monthlery, una antigua pista oval con imponentes peraltes situada a unos 30 km al sur de París. Tenían el plan de conseguir una serie de récords para los coches diésel y para ello no habían dejado nada al azar: contaban con cinco pilotos, que se turnarían al volante cada tres horas, dos especialistas en motores Indenor (que con el paso de los años ganarían fama por su enorme fiabilidad) y 25 mecánicos.
Aquel prototipo comenzó su andadura y el motor Indenor de 2.163 c.c. estuvo rindiendo sin descanso durante más de 31 horas hasta completar 5.000 km a una velocidad media de 160 km/h. Había conseguido 22 récords de velocidad para coches diésel pero, quizá porque el motor usado no era de estricta serie, aquel éxito al parecer no fue suficiente para los responsables de Peugeot.
A por más honores
Una semana más tarde, el 11 de junio, el coche volvió al circuito de Monthlery. El motor Indenor había sustituido por un XD88 de 1.948 c.c. con 68 CV que sí era exactamente el mismo que montaba el 404 de serie, y que años más tarde utilizaría también el Peugeot 504. Pero el reto en esta ocasión era mayor: rodarían con el coche día y noche de forma ininterrumpida hasta cubrir 11.000 kilómetros.
Con paradas programadas solo para cambiar entre los cinco pilotos y repostar (cada parada duró una media de 52 segundos), el coche estuvo rodando durante nada menos que 72 horas seguidas en las que logró una velocidad media de 161 km/h, lo que le permitió conseguir otros 18 récords más.
El consumo de combustible con este último se había quedado en 12 l/100 km. Suena a cifra alta, si bien debemos tener en cuenta que rodó prácticamente a su máxima velocidad durante todo el tiempo. Pero la hazaña del Peugeot 404 Diésel Récord, que hoy se encuentra en el Museo de la Aventura de Peugeot (en Sochaux, Francia), mostró la superioridad de la marca sa en este tipo de motores y dejó claro que un coche diésel no tenía por qué ser obligatoriamente lento.