Helenio Herrera (Buenos Aires, 1910 - Venecia, 1997) es uno de los personajes más singulares e influyentes del fútbol del siglo XX. Ganador en dos ocasiones de la Copa de Europa con el Inter de Milán, seleccionador de España en el Mundial de Chile, y campeón de Liga en España tanto con el Atlético de Madrid como con el Barcelona, su trayectoria está marcada por logros excepcionales y un sello único dentro y fuera del campo.
Además de su impacto como técnico, Herrera dejó frases memorables que han pasado a la historia del balompié: “Pelé es un violín; Di Stéfano, la orquesta entera”, “Se juega mejor con diez que con once”, “La victoria tiene mil padres, pero la derrota es huérfana”, “No me considero ni argentino ni francés. Me considero mundial”, “Muchos me creen omnipotente porque dicen que conozco todo. Eso no es verdad: jamás conocí el fracaso y estoy orgulloso de eso”.
Su carrera está llena de hitos, registros únicos y momentos estelares. Entre ellos, destaca un dato sorprendente relacionado con el Real Madrid: de los 13 partidos que dirigió como entrenador local contra los blancos, ganó 12 y solo perdió una vez (1-2, con el Atlético de Madrid). En esta racha sobresalen victorias contundentes, como el 6-0 que consiguió con el Málaga el 15 de marzo de 1953 o el 5-1 logrado con el Atlético en febrero de 1950.
En Pucela, por el Atlético
La primera vez que se cruzaron los caminos en la Liga de HH y el Madrid fue con un 4-1 en Chamartín, en octubre de 1948. Era el entrenador del Valladolid. A orillas del Pisuerga llegó para estudiar el fútbol español antes de sentarse en el banquillo del Atlético de Madrid. Una especie de beca.
La historia resulta rocambolesca a ojos de hoy. La entidad rojiblanca había viajado en la Navidad de 1947 para medirse al Stade Française. Regresó con los fichajes asegurados de Ben Barek, Marcel Domingo... y de Helenio Herrera.
El plan fue que el técnico, que lo era a la vez del Stade y de la selección sa, hiciera prácticas durante un año en el Valladolid. Herrera no lo dudó.
Su estreno en la Liga fue una hecatombe: 7-2 en San Mamés. Ya en sus primeros meses tuvo que conceder Herrera una entrevista a Radio Valladolid para desmentir lo que se publicaba que decía. Sin embargo, pronto se vio que su equipo, recién ascendido, no iba a ser una Cenicienta.
El 6 de febrero de 1949, el Real Madrid visitaba por primera vez Valladolid para jugar en Primera.
Un piso por una entrada
La locura se desató en Pucela por ver a su equipo ante el poderoso equipo de la capital. A la redacción de El Norte de Castilla se presentó un hombre que deseaba insertar un anuncio en el que cambiaba un piso por una entrada de tribuna. No se itió la propuesta.
Al descanso, el Valladolid ganaba por 2-0, con goles de Mario y Peralta en solo tres minutos, del 18 al 21. Entonces los entrenadores hablaban con la prensa en la pausa y Herrera fue Herrera con su lengua afilada: “Sería la primera vez en mi vida que con un 2-0 al descanso pierdo un partido. No perderemos”. Acertó, porque la segunda parte no cambió nada.
Al acabar la temporada, el Valladolid se salvó y Herrera ya era todo un personaje en el fútbol español. La prueba estaba superada y le esperaba el Metropolitano. Su impacto fue inmediato: dos Ligas (1950, 1951) y la Copa Eva Perón de 1951, el origen de la Supercopa.
Vida azarosa
Helenio Herrera nació en Buenos Aires, hijo de una familia emigrada española, en la que su padre era conocido como Paco El Sevillano. Fracasado ese intento de mejorar, los Herrera viajaron a Casablanca, a vivir en casa miserable al lado de la playa. Allí nació la pasión de Helenio por el fútbol, que pudo quedar en nada porque de manera milagrosa salvó la vida tras ser atacado por la difteria. Pero la suerte fue compañera de vida de HH.
Hasta que el fútbol le dio de comer, trabajó en una fábrica de muebles o descargando mercancías en el puerto. Siempre con una debilidad: la comida y los dulces. El balón lo llevó, al fin, a jugar en Francia, Marruecos o Argelia. Entonces estalló la II Guerra Mundial.
Movilizado para ir a las Ardenas, se inventó mil historias para no ir al frente. En una de ellas, fue interceptado por una patrulla cuando huía de París en bicicleta. Los soldados le propusieron dejarlo ir si les daba la bici. Se negó. Lo llevaron a un castillo y se vio ejecutado. Pero su labia lo salvó una vez más. Necesitaba la bici para llegar a su madre, moribunda.
HH, todo un personaje.
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