El Royal Troon, el escenario que se diseñó para las bolas de plumas de ganso comprimidas y los hierros forjados por los herreros de finales del siglo XIX, frenó la tecnología, los músculos desarrollados de fornidos golfistas y las pelotas de poliuretano de hoy en día. La primera jornada del Open Británico, en un campo salvaje, de enorme maleza por un invierno y una primavera duras en el litoral escocés, dejó como líder al inglés Dan Brown, el golfista con nombre de escritor, que descifró todos los códigos de la ronda inicial del último Major con 65 golpes y dos birdies en los últimos tres hoyos.
Fue un día que amaneció amenazante, algo frío y con llovizna, y terminó casi manso, sin apenas viento, lo que volverá a condicionar al ganador por el turno que le tocó. La combinación tarde del jueves-mañana del viernes parece ser la buena, la que no le tocó a Jon Rahm (73), distanciado en ocho golpes del primer clasificado, distancia que se sale del radar de los últimos 24 ganadores del British, que siempre acabaron el jueves a una brecha máxima de cinco.
Brown, 272 del sesgado ránking mundial y debutante en los grandes, entendió que Troon sólo se podía jugar por la línea de la ortodoxia. Cogiendo calles, luego greenes y pateando las oportunidades que tuviese. Nadie cogió más calles que él en un día que para los de la mañana era un milagro con vientos soplando por encima de los 40 km/h. El field promedió un 56 por ciento de calles, el inglés más de un 85. Aprovechó que jugaba el penúltimo partido del día y se encaramó al liderato cuando el último rayo de sol anunciaba el crepúsculo en la costa oeste con un putt de tres metros y seis birdies en su casillero
Lowry (66), golfista que huye del modelo de jugador-gimnasio de ahora, jugó también sin bogeys, como Justin Rose (69), productos todos de las islas, los únicos que no cayeron en las garras de Troon, cuya segunda parte del recorrido se jugó en la sesión vespertina más fácil, sin ese viento a favor cruzado en los últimos hoyos que tantas pesadillas crearon en varios de los contendientes. Continuamente se escuchó aquello de '¡Fore!' para advertir a los espectadores que la bola iba a caer cerca suya. Se jugó mucho hierro y poca madera. Apenas 17 jugadores acabaron bajo par.
Especialmente crudo fue el día de Bryson DeChambeau (76), Rory McIlroy (78), Tiger Woods (79) y Cameron Smith (80). Lowry, en cambio, con grandes golpes de recuperación y un putt muy preciso no sufrió en la tarde en la que los greenes estuvieron más lentos. Hizo más de 40 metros con ese palo lo que situó el primero de los golfistas con pedigrí, recordando que ganó la jarra de clarete en 2019.. "Hice lo que había que hacer: huir de los problemas. Y me divertí", contó a la BBC al terminar.
El barbudo irlandés, ¡qué talento en las manos!, ¡qué manera de entender los links para jugar con los contornos!, puso tierra por medio. Sacó dos golpes, por ejemplo, a Justin Thomas, que bregó por la mañana y fue el mejor de largo en ese tramo. El compinche de Tiger hizo siete birdies, aunque también dos bogeys y un doble.
A cinco está Scottie Scheffler, el golfista que quiere imitar la estadística de victorias de Arnold Palmer en 1962, siete incluyendo el British, y que adaptó algo de su aplastante juego a estos campos que no iten la trigonometría. El golpe final del 18, en el que casi logra el eagle, hizo justicia a su calidad. Por algo es el número 1 mundial de largo.
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