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Max Verstappen era un animal herido en el 'TV-Pen' tras la finalización del Gran Premio de España. Cómo es la vida, pues en el lugar de su estallido tras aquel famosísimo choque entre Lewis Hamilton y Nico Rosberg, dos purasangres, tocó tierra. Quedó 10º, sancionado, al borde de una suspensión histórica y perdiendo enteros en clave título. Nada salió y más allá de eso, regresaron las preguntas incómodas sobre el mejor piloto en décadas de la categoría reina. Y esa sí que es otra historia diferente.
"¿Podemos hablar de la carrera?", decía al ser 'interrogado' por su choque con George Russell. Que no se entendió. Red Bull le confundió, Russell se pasó de optimista en la 1 y todo se precipitó. Quizá fue la forma perfecta para que sus 'haters' pasasen a la luz tras un tiempo de sombras. Por ese balance de puntos de penalización, por el avanzar del campeonato sin cambio de tono respecto a McLaren y una maniobra que no ayudó. "Debería ser descalificado, es una maniobra que no se puede permitir", decía Nico Rosberg al respecto.
Lo más preocupante, realmente, es el balance de puntos. Porque Verstappen entró en Europa con una sensación enorme tras dominar en Ímola, pero la cerró fiando todo a la genialidad o a estrategia pura y dura. En Mónaco quiso esperar a bandera roja o coche de seguridad mientras ralentizaba el grupo. En Barcelona fueron tres paradas que iban a funcionar hasta que la rotura de Antonelli provocó la inmolación del muro de las bebidas energéticas.
Curiosamente, Russell, el otro protagonista de la historia, fue el que explicó el sentir general. "Se inventó en Ímola una de las mejores maniobras de siempre y ahora hace esto", reflexionó. Puede ser el resumen ideal, pero también es producto de una forma de correr, siempre a la contra, que no corresponde con sus capacidades. "Me dejé llevar por las emociones y puede ser peligroso. No puede volver a ocurrir", cerró Max en sus redes, algo más calmado.
Se inventó en Ímola una de las mejores maniobras de siempre y ahora hace esto
Le queda la papeleta de un campeonato cuesta arriba. En Barcelona dejó claro que no se veía en esa batalla, pero lejos no está. Necesita algo más de Red Bull y que la tormenta llegue a Norris y Piastri, algo que no se ha visto todavía por Woking. Y el resto correrá de su cuenta. Porque sí. Tiene polémicas con Ocon, Ricciardo, Hamilton o Russell. Pero sigue siendo el piloto diferente del negocio. O eso es lo que significan sus títulos mundiales.
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