en el deporte, como en la vida, se pierde más que se gana. Y es una obviedad, pero NO se puede ganar siempre. Es más, lo normal es perder y son muy pocos los elegidos que ganan con regularidad. En el deporte, unas veces se gana y otras... se aprende. La España de Luis de la Fuente nos tenía malacostumbrados. Veníamos de ganar la Liga de las Naciones en 2023 y la Eurocopa el pasado verano. Dos de dos. E igual que la Nations se la ganamos a Croacia desde los once metros o nos clasificamos para la Final a cuatro de esta edición eliminando en cuartos a Países Bajos también desde el punto de penalti, esta vez, la tanda resultó fatídica para los nuestros ante Portugal. Entiendo que tras la derrota toca analizar lo sucedido. Pero de ahí a darle a este equipo nacional y a su seleccionador palos como para armar un Fuerte, me parece desproporcionado. Sigo pensando que esta generación ha abierto un ciclo ganador que nos puede llevar a bordarnos la segunda estrella en el pecho en el próximo Mundial.
La selección tiene jugadores diferenciales. Lamine Yamal es uno de ellos, por más que Nuno Mendes le anuló en Múnich. El lateral izquierdo luso fue un muro en defensa y un puñal en ataque. Y con Lamine hay que tener paciencia y prudencia. Ni por liderar a España en semifinales contra Francia tenía que ser ya Balón de Oro, ni por un mal partido se le puede considerar sobrevalorado. Yo no le hubiera retirado del terreno de juego. Muchos no entendimos la posición de Pedri en el campo, como tampoco su sustitución. Al igual que la decisión de De la Fuente de cambiar a su especialista, Oyarzabal, ante la que parecía inminente resolución de la final en los penaltis. Pero el actual seleccionador nacional tiene más crédito que otros que cacareaban mucho y... no ganaron nada. En este país, nos gusta endiosar y condenar al infierno con la misma facilidad. Somos muy ‘cainitas’ pero deberíamos valorar más lo que tenemos.
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