- Champions League. Real Madrid y Atlético ya jugaron una 'final' de Champions en Zaragoza tras una tensa noche
El 20 de mayo de 1989, el Vicente Calderón vivió un espectacular derbi: un empate a tres entre el Atlético de Madrid y el Real Madrid, con los tres goles rojiblancos firmados por Baltazar. Pero esa tarde también hubo otro derbi, en el Santiago Bernabéu.
El gran choque de la capital se jugó a las ocho de la tarde, pero tres horas antes, las puertas del estadio madridista ya estaban abiertas para otro duelo capitalino, esta vez en Segunda: Castilla-Rayo Vallecano. Iba a ser el último partido de Laurie Cunningham en Chamartín.
Con Hugo Maradona
El Rayo buscaba esa temporada regresar al fin a Primera, una categoría que no tocaba desde 1980. En verano, el club presidido por Francisco Fontán realizó dos movimientos que llamaron la atención como si se tratara de un equipo de Primera.
El 22 de julio se presentó en Vallecas Hugo Maradona, el hermano del súperastro mundial. “Soy más ofensivo que mi hermano”, aseguraba Hugo el día que se colocó la camiseta de la franja. “Del Rayo sabía que era un equipo muy famoso. Por eso, cuando llegaron otras ofertas, antepuse la suya”, explicaba.
Ese mismo día, tras unas jornadas de intrigas, Fontán alcanzó un acuerdo con Laurie Cunningham para su regreso a Vallecas. El delantero ya había jugado antes con la franja.
Laurie aterrizó en España en el verano de 1979, en una explosiva operación que superó los 100 millones de pesetas para sacarlo del West Bromwich Albion. De blanco jugó cuatro temporadas marcadas por las lesiones y en las que disputó la final de la Copa de Europa de 1981, la de la derrota ante el Liverpool en París. Ese día, tras meses de baja, Laurie fue titular... para perplejidad y desesperación de Isidro.
Del Madrid marchó al Sporting, luego al Manchester United, al Marsella y, en 1985, retornó a su país para jugar en el Leicester.
En el verano de 1986, tras largas negociaciones con el Rayo, alcanzó un acuerdo por una temporada. Sus intenciones iniciales de cobrar 15 millones se quedaron en un tercio.
Con Héctor Núñez en el banquillo y el veterano Rubén Cano como estrella, el Rayo no pasó de la mitad de la tabla en un extraño sistema en el que hasta 12 equipos de 18 entraron en una liguilla por el ascenso, dividida entre los puestos pares e impares de la liga regular.
Laurie jugó un total de 37 partidos y marcó tres goles. Acabado su contrato, se marchó una temporada al Wimbledon. Y luego regresó.
“Vallecas me mola”, contaba Laurie a MARCA poco después de su vuelta, en una entrevista en la que expresaba su deseo de jugar en el centro del campo, como organizador. “Nunca me han dejado jugar con libertad en el centro del campo, permitiéndome subir al ataque. Me gustaría jugar en esa posición y espero hacerlo en el Rayo, aunque la plantilla es numerosa y la competencia es grande”, señalaba.
También explicaba la clave de su decisión. En el Wimbledon había sido importante, incluso jugó y ganó la final de Copa ante el Liverpool en Wembley. Sin embargo, dijo: “Tenía muchas ganas de volver a Madrid para estar con mi mujer y mi hijo, que residen aquí”.
El ascenso y la tragedia
El Rayo subió a Primera esa temporada, pero tuvo que sudar mucho para lograrlo. No pudo celebrar el regreso hasta la última jornada, cuando derrotó 2-1 al Deportivo en Vallecas. Ese día cobró aún más valor el único gol que había marcado Laurie Cunningham en la temporada.
El inglés había sido el autor del tanto con el que, a falta de un cuarto de hora, el Rayo abrió el marcador en el Bernabéu ante un Castilla dirigido por Vicente del Bosque, en un partido que tuvo como gran novedad la presencia de las cámaras de la televisión autonómica madrileña. Laurie nunca volvería a pisar el Bernabéu.
Aquel encuentro se jugó a falta de seis jornadas para el final de la Liga. El partido decisivo ante el Deportivo tuvo que verlo Cunningham desde la grada. “He sufrido muchísimo en la tribuna”, explicó en la gran celebración.
Los problemas físicos le acompañaron toda la temporada. Eso hizo que el Rayo fuese reacio a renovar su contrato. La idea era no hacerlo, pero el 15 de julio de 1989 la posibilidad de que siguiera estaba abierta.
Entonces, la tragedia se cruzó de manera fatal con Laurie Cunningham. A las 6:45 de la mañana, su Seat Ibiza, matrícula M-6296-HM, se estrelló contra una farola en la carretera de La Coruña, cerca de Puerto de Hierro. Murió en el acto.
“Estudiábamos su continuidad”, dijo Felines, entrenador del Rayo, con los ojos enrojecidos.
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