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"Mientras el Celta siga fiel a su tierra, todos seguirán orgullosos ganen o pierdan"

Miguel Quintana dedica su Editorial al equipo de Claudio Giraldez

El Editorial de Miguel Quintana.
Actualizado

El fútbol cada vez nos pone más complicado decir aquello de “hemos ganado”. O de “hemos perdido”, para el caso da igual. Porque lo importante en este caso sí no es el resultado, sino la sensación que todo aficionado tiene de que gana, empata y pierde con su equipo. Los clubes cada vez priorizan más al consumidor global sobre el aficionado local. Los futbolistas cada vez son más inaccesibles. Los aficionados cada vez parecemos más un mal necesario. Y, sin embargo, seguimos hablando en primera persona del plural. Seguimos teniendo ese sentimiento de pertenencia y de comunidad, que no deja de ser el último reducto de un mundo que quizás ya no existe.

Es irónico que yo diga esto porque al final he tenido que marcar mucha distancia con mi equipo por la forma que entiendo mi profesión. Siempre comento que lo peor de mi trabajo, de este trabajo, es precisamente esa renuncia a hablar en plural. Ver el fútbol desde una atalaya te da perspectiva, pero no estar en la grada te resta pasión. Y el fútbol sobre todo es eso. Por eso cuando varios fillos de esta pasión, me dijeron de ir con ellos a ver al Celta al Coliseum el pasado sábado no dudé ni un segundo en comprar una entrada. Lo vivido me pareció de verdad un regalo, y por eso aprovecho para volver a agradeceros todo el cariño que me transmitisteis antes, durante y después del partido.

La historia del Celta de Giraldez ya me parecía la más bonita de este año vista desde fuera, pero es que sentida desde dentro es aun mejor. Claudio Giráldez ha demostrado ser un entrenador TOP. Su versatilidad táctica, la forma en la que optimiza lo que tiene y se adapta al rival en cada encuentro sin por ello perder su identidad como equipo ha sido la clave fundamental para que el Celta llegase a Europa. Pero es que su legado no tiene que ver con lo que ha hecho, sino más bien con cómo y con quién lo ha logrado. En el fondo del Coliseum hablé con amigos de Carlos Domínguez, con familiares de Sergio Carreira y con compañeros de generación de Hugo Álvarez. Incluso me encontré a un tío del propio Claudio Giráldez.

Allí comprobé también cómo se cerraba de forma definitiva la herida abierta hace unos años con Borja Iglesias. Y por supuesto viví cómo Iago Aspas cumplía con la promesa que hizo en Old Trafford en aquel 11 de mayo de 2017 en el que Claudio Beauvue tenía que haber tirado. Éste fue el cierre perfecto. El cierre más que merecido. Pero tras lo vivido en la grada del Coliseum os aseguro que el resultado final no es más que la dulce guinda. Que mientras el Celta siga siendo fiel a su tierra, a su cantera y a su gente, el aficionado seguirá conjugando orgulloso la primera personal del plural independientemente de si ganan o pierden.

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